Hace algún tiempo subimos una
escena del libro porque queríamos vuestra opinión y aportación. Quizás
recordéis la entrada. Ahí preguntábamos sobre qué tono deberían tener las escenas
de sexo en la literatura fantástica. Hoy hemos decidido volver a subir la
escena (ampliada con su contexto) donde sustituimos algunos términos por otros
más suaves. Queremos advertir, eso sí, que a pesar de la excepción de esta
entrada este blog sigue abierto para todos los públicos y también que no os vayáis
a malentendidos: Sangre de Hermanos no es una novela erótica ni mucho menos, no
deja de ser fantasía épica simplemente que, en las escenas que lo requieran
intentaremos ser realistas sobre todo en este tema. Porque nosotros nos
preguntamos, ¿por qué desde siempre en este género los escritores se han
recreado en narrar las batallas y contiendas describiendo escenas violentas y
muertes y, en cambio, las escenas de sexo (repetimos si vienen a cuento para la
trama) simplemente se narran de pasada? Ante todo, creo que el género se merece
normalidad, sin abusar nunca eso sí.
Después de esta reflexión y
parrafada y, mientras los escritores nos sumergimos cada vez más en la carga
emocional y complicada narración de los últimos capítulos de Sangre de Hermanos
(complicada porque debemos dejar todo atado en los treinta capítulos para dar
paso de una forma coherente al segundo libro), os dejamos con este extracto
correspondiente capítulo. ¡Contadnos qué os parece!
***
Las calles
rebosaban de actividad. Mirara a donde mirara, una marea de gente parecía haber
tomado las calles, de forma que parecía arrastrarla hacia un destino
inevitable, contrario al que ella deseaba recorrer. Habían
encontrado un lugar seguro para sus encuentros. Se trataba de una destartalada
buhardilla en la casa de una anciana Edlar humana que Alye había atendido como
sanadora en varias ocasiones. La mujer, ya ciega, se dedicaba a vender flores
en el mercado y Alye se encargaba muchas veces de enviarle o incluso de
llevarle personalmente alimentos, hierbas o cosas de primera necesidad.
Agradecida, no había hecho preguntas cuando Alye le pidió poder disponer de la
buhardilla cuando lo necesitara.
Desde luego que
no era el rincón más romántico de Erthara, pero ellos no necesitaban más: un
gran colchón de plumas que habían llevado allí a escondidas, sábanas limpias, y
un par de candelabros que iluminaban la estancia, siempre a oscuras, pues
procuraban tener los postigos cerrados.
Todavía era
pronto. Alye abrió las contraventanas después de dejar en una rudimentaria mesa
baja de madera una cesta con fruta, una jarra de agua fresca y una botella de
links rojo. Respiró el aire de la tarde y una brisa helada se desplegó por toda
la habitación. El invierno avanzaba inexorablemente y, aunque todavía no habían
llegado las primeras nieves, se podía percibir ya su aroma en el viento. Se
arrebujó en su capa de piel de marta. El kalanis de suave lana gris cubría
todavía sus cabellos rojos. Sintió unos suaves pasos sobre los gastados
tablones de madera del suelo y después unos brazos que la abrazaban con
ternura, pero no se volvió.
—¿Te has
preguntado alguna vez que ocurriría si nos descubrieran? —preguntó con voz
suave y una mirada melancólica perdida sobre el laberinto de calles.
El silencio fue
su única respuesta. El sol comenzaba a ponerse en el oeste, la ciudad poco a
poco iba cambiando de color, y nuevamente sus calles blancas comenzaron a
tornarse doradas y rojizas, o del color del cobre. Pronto la ciudad se volvió
roja y brillante, como cada atardecer, como cada amanecer. Como presa en un
sueño, Alye creyó sentir en su rostro un calor asfixiante y sofocante. Más allá
del horizonte, la luz brillante lanzaba llamaradas de fuego, y pronto Alye
sintió como si toda la ciudad hubiese sido presa de un enorme incendio.
—¿Deryan?
—insistió nuevamente la elfa, intentando borrar aquella sensación de su mente.
El cesó en su
abrazo, y ella sintió nuevamente el frío aire de noviembre.
—Nunca he
querido pensar en ello —respondió el elfo, con el ceño fruncido. Y era verdad.
Sólo que ahora, al expresarlo en voz alta, aquellas palabras cobraban ya
demasiada fuerza como para obviarlas.
—A partir de
esta noche mi compromiso con Intan ya será oficial. Y después tendré que
casarme con él. —Se volvió para mirar a su amante—. Y lo nuestro habrá acabado.
Será él quien me haga el amor cada noche, quien sacie su deseo en mí. Aunque yo
no sienta nada sólo el vacío de no poder tenerte a ti.
Deryan sintió
cada una de sus palabras como una puñalada en carne viva. No es que hubiera
estado ciego pero quizás había preferido enterrar la cabeza en la arena antes
que enfrentarse a aquella realidad que le oprimía el corazón y la razón.
Porque, ¿acaso había algo que pudieran hacer para evitarlo? Los dos sabían que
sólo tenían una salida.
—¿Huirías
conmigo Alye? —Y nada más hacer la pregunta, se arrepintió de haberla
formulada. ¿Por qué preguntarlo si ni siquiera él podría responderla?
¿Realmente él estaba dispuesto a huir?
Ella lo miró
fijamente. Sus ojos grises parecían tristes, como los de un animalillo
enjaulado. Por fin sonrió, pero esa sonrisa no iluminó su mirada como solía
hacerlo.
—¿Y a dónde
iríamos? Sólo con imaginar que mi padre se enterara… —La elfa tembló
visiblemente.
Deryan suspiró
aliviado. Al menos ella no le había hecho a él la misma pregunta. Tal vez al
hacerla él, ella ya se daba por respondida. Aún así, se acercó hasta ella y
tomó su rostro entre sus manos.
—Todo irá bien
—murmuró junto a sus labios—. Encontraremos el modo. Aunque sea secuestrándote
y encerrándote aquí, donde solamente yo pueda encontrarte.
La besó
queriendo poner fin a sus palabras, a sus dudas y a sus miedos…a todo lo que
les separaba. Deslizó una mano por su cuello hasta acariciar su delicada nuca y
ella, en respuesta, gimió suavemente entreabriendo los labios, dándole paso
para profundizar el beso.
Llevados por sus
miedos y su propia pasión, comenzaron a desnudarse el uno al otro rápidamente,
con violencia, como si el tiempo que corría en su contra se hubiera precipitado
y cada segundo fuera para ellos una sentencia de muerte. Deryan tomó a la elfa
en brazos y ella abrió las piernas subiéndose a horcajadas sobre él, abrazando
con ellas su cintura. Deryan, incapaz de contenerse, la empujó de forma que la
espalda de ella golpeó fuertemente contra la pared justo en el momento en el
que la poseía. Se sintió apenas sostenida en vilo, temblando contra la pared,
sometida al movimiento salvaje de sus caderas, gritando de placer con cada
acometida, mientras él lamía cada gota de sudor y éxtasis que se deslizaba
sobre sus pechos. Sus gritos se mezclaron con los de él, más graves, pero igual
de profundos e incontenibles. Deryan gruñó su nombre y ella no pudo aguantar
más, sollozando en un último gemido el nombre de él.
© Susana Andrea Ocariz y Sergio Sánchez Azor.
(Reservados todos los derechos).
P.D. Os recordamos que en el margen de este blog tenéis los
links para poder leer el prólogo, sinopsis, capítulo 1 y extractos del capítulo
4.
Genial el extracto, el sexo parece que es similar en todas las razas.
ResponderEliminarMuchas gracias Andos, ¡sobre todo viniendo de tí! Y sí, al final todo bicho viviente debería concebir el sexo igual ¿no? jajaja. ¡Saludos!
ResponderEliminarJajajajajajaja Pues sí Andos!! Eso parece :P La verdad es que en este tipo de historias de fantasía parece que los autores no tenemos problemas en explayarnos en descripciones sangrientas (o al menos yo no los tengo :P), pero a la hora de las escenas de sexo nos llenamos de pudores XDDDDD
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