Hace unos días os hablábamos de que íbamos a iniciar un viaje para conocer más en profundidad a los pueblos de Aranorth, el continente más oriental de Erthara. Hoy os vamos a hablar algo más de la raza de los enanos y, en concreto, del pueblo enano que habita las Montañas Blancas o Angennel. Aunque ya os hablamos en una entrada anterior de la enemistad de los Enanos de Angennel y los Nareltha.
De baja estatura, poco más de un metro, pero robustos y fuertes, de largas barbas y cuerpo velludo, incluso en las féminas. De rostros rojizos y ojos pequeños. Rubios, morenos, pelirrojos, llevan largas barbas y largos cabellos trenzados. Al igual que los Hombres, envejecen con el paso del tiempo hasta la muerte, aunque suelen vivir al menos hasta los 1.000 años. Tras el Juicio, tal y como dicta el destino de todas las razas de Erthara, el alma viaja a Ishana, la Estrella de los Dioses.
Su carácter y su físico son fuertes, duros como rocas. No les gustan los cambios ni los extranjeros, sea cual sea su raza. Son recelosos incluso entre las diferentes tribus de Enanos.
Cuando entran en confianza se puede descubrir su naturaleza más noble, si es que la tienen. Tienen un elevado sentido de la lealtad, tanto en lo bueno como en lo malo. Tampoco olvidan nunca una afrenta. Pasan rápidamente de la alegría más intensa a la ir más incontrolable, y viceversa.
Más dados a los trabajos manuales que a cualquier tipo de actividad intelectual, no obstante, tienen una gran inteligencia y agudeza.
La mujer Enana, a excepción de la Reina Consorte, no participa activamente en las relaciones políticas o de poder, aunque son capaces de realizar las mismas tareas que los Enanos. No participan en la guerra, pero son consideradas como "El Último Bastión" de la tribu, pues sólo entrarían en batalla si tuvieran que defender sus casas y su descendencia, cuando el Ejército de su Tribu hubiera sido derrotado y diezmado.
Sobre el origen de los enanos se cuentan muchas historias aunque todas tienen algo en común, la leyenda de Gadur el Rojo. Según cuenta esta leyenda, la sangre de los mismos dioses corre por la venas de los Reyes Enanos desde el Primero al último.
Sobre el origen de los enanos se cuentan muchas historias aunque todas tienen algo en común, la leyenda de Gadur el Rojo. Según cuenta esta leyenda, la sangre de los mismos dioses corre por la venas de los Reyes Enanos desde el Primero al último.
Fue en el origen de los tiempos, cuando Elfos, Hombres y Enanos despertaron en lo que hoy se conoce como la Tierra de los Dragones, el actual continente de Alerthe. Sin embargo, por aquel entonces Erthara todavía no había cambiado, y estaba formada por un único gran continente. Allí, en el Valle Secreto de Heimmi, las primeras razas vieron la luz del Sol por primera vez, durante la Primera Guerra de los Dragones.
Durante algún tiempo se dedicaron simplemente a descubrir el mundo que les rodeaba, Erthara. Y los Enanos en seguida se sintieron atraídos por las piedras, las montañas y las minas profundas. Hacia allí se dirigieron los primeros Enanos, deleitándose con cada una de las gemas que encontraban, con cada piedra, y cada nuevo metal.
Y según la leyenda, fue entonces cuando uno de los Enanos más jóvenes, conocido como Gadur el Rojo, desapareció. Muchos le vieron descender a través de los pasadizos oscuros que conducían a una mina especialmente profunda. Ninguno le vio volver.
Algunos dijeron que quizás había caído en el Abismo, otros en cambio pensaron que había sido atrapado por los Dragones de Tierra de las profundidades. Finalmente, se perdió la esperanza, y muchos lloraron por Gadur el Rojo.
Sin embargo, cuando ya eran pocos los que se acordaban de él, Gadur regresó por la misma sima por la que había desaparecido. Cien años habían pasado, pero el paso del tiempo no lo había tocado. El pueblo de los Enanos lo miró asombrado. Sus cabellos rojos estaban ceñidos por una corona de oro en forma de yelmo, engastada de esmeraldas, diamantes y rubíes. En la mano derecha llevaba una gran maza de hierro, y en la izquierda sostenía una copa de plata y diamante, que contenía un espeso líquido rojo.
Así fue reconocido el Primer Rey, Gadur el Rojo. Y se dice que en sus venas corría la mismísima sangre de Ineo, Dios de la Forja y de la Fragua. El Yelmo Dorado fue desde entonces símbolo de la Casa del Rey, así como la Gran Maza, la Indestructible, pues se decía que en manos del Rey era liviana como una pluma, pero su golpe era letal y destructor como el mismo martillo de Ineo. Y la Copa de Edea, Diosa de la Tierra, que transmite la Sangre Real al Heredero.
Como habréis deducido, actualmente, cada una de las tribus de Enanos existentes en Erthara, se dicen ser los auténticos descendientes de Gadur el Rojo. Una réplica de la Copa de Edea se encuentra en cada uno de los Altos Salones de los distintos reyes Enanos protegida por los Diez Señores Enanos de la Gran Maza. La tribu de los Enanos de Angennel afirman, como el resto de tribus, que su réplica es la auténtica.
Los Stinthar es el nombre que recibieron los enanos de Angennel por parte de los Nareltha. El gran Continente se había roto cuando esta tribu se instaló en el interior de las altas y nevadas Montañas Blancas. Allí socavaron el interior de la montaña y crearon una gran maravilla arquitectónica, Zirak Ferakdûm (la Blanca Morada de las Mil Salas). Y, desde allí, ajenos al mundo, los Enanos de Angennel, que se llaman así mismos Kakdam, siguen defendiendo celosamente sus secretos y la valiosa piedra blanca.
Como habréis deducido, actualmente, cada una de las tribus de Enanos existentes en Erthara, se dicen ser los auténticos descendientes de Gadur el Rojo. Una réplica de la Copa de Edea se encuentra en cada uno de los Altos Salones de los distintos reyes Enanos protegida por los Diez Señores Enanos de la Gran Maza. La tribu de los Enanos de Angennel afirman, como el resto de tribus, que su réplica es la auténtica.
Los Stinthar es el nombre que recibieron los enanos de Angennel por parte de los Nareltha. El gran Continente se había roto cuando esta tribu se instaló en el interior de las altas y nevadas Montañas Blancas. Allí socavaron el interior de la montaña y crearon una gran maravilla arquitectónica, Zirak Ferakdûm (la Blanca Morada de las Mil Salas). Y, desde allí, ajenos al mundo, los Enanos de Angennel, que se llaman así mismos Kakdam, siguen defendiendo celosamente sus secretos y la valiosa piedra blanca.
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