Una mujer despierta después de mucho tiempo y Erthara ha perdido el color...
La escritora "tejedoradesueños" en twitter propone retos literarios. Comparte una ilustración y sugiere el reto de darle vida literariamente en unos pocos tuits. Los iremos colgando también en este blog, para quien los quiera leer. ¡Vamos con el de hoy!
UN MUNDO GRIS #Dagaspunzantes
Aquella
mujer había dormido durante un siglo y Erthara había cambiado
mientras tanto. Una luz trémula arrojaba sus destellos entre sombras
macilentas en un mundo que se había vuelto gris.
Ahora
no había nada. Solo guerreros sin espadas, monjes sin plegarias,
sanadores sin medicina. Personas absortas en conversaciones vacías.
Silencio donde antaño hubo algarabía. Erthara parecía estar sumida
en un letargo, como si la existencia hubiera perdido su esencia.
A lo lejos lo vio. Alto, regio, de cabellos negros,
esperándola al pie de un pequeño templo circular, de esbeltas
columnas.
—Me
traicionaste —dijo ella cuando se detuvo a unos pasos de distancia
de él. —Tuve
que hacerlo. —Le tendió la mano—. Ven, siéntate a mi lado.
Subieron
al templo por unas escaleras de tramo corto. Encerrados entre
columnas había dos tronos, de plata, uno; de oro, el otro. Dos
tronos para dos hermanos eternos. Ella tomó asiento en el dorado. Él
hizo lo mismo en el plateado.
—Hubo
una vez una niña —contó él—. Su cara poseía la alegría del
alba. Mejillas sonrosadas, un precioso lunar cerca de la boca. Aún
recuerdo su rostro horrorizado cuando la daga le perforó el corazón.
Aún veo el miedo en sus ojos cuando se esfumaba su sonrisa radiante.
Pero era mi trabajo. Le habías dado vida a un bebé en otro rincón
del mundo.
—Somos
los dioses del Equilibrio —susurró ella, aún enfurecida.
—En
otra ocasión dos enamorados iban a consagrar sus vidas. Tuve que
invitarlo a él a abandonar Erthara y dejar en ella un profundo dolor
que taladró su alma. Tantas vidas quitadas… A ti te tocó la mejor
parte, hermana mía. Por cada vida que creabas, yo tenía que
destruir otra. Por eso hice lo que hice. Ahora no nace nadie, pero
tampoco nadie tiene que morir. Ya no hay dolor ni miedo.
—Ni
felicidad —apostilló ella—. Debe haber vida, pero también
muerte. Todo debe tener un final, ¿recuerdas?
—Te
dije eso al despertar. Pero… esto me ha pesado como una losa desde
entonces.
—Hermano,
debes deshacer esto. Pero podemos hacerlo de otra manera esta vez.
Sentada en el alféizar de la ventana, la mujer pelirroja observaba el bullicioso interior de aquella taberna. Risas despreocupadas, canciones animadas y gritos entusiastas. Se deleitó con aquel ambiente festivo hasta que el posadero empezó a desfallecer por el agotamiento. Entonces, como un fantasma, se escabulló hacia el interior del local. Nadie se percató de su presencia, excepto él. Dos jarras estallaron en mil pedazos en el suelo mientras el posadero se llevaba las manos al cuello. La angustia se vistió de azul en su rostro.
En
otro lugar, un hombre regio y alto, de pelo negro, mecía a un bebé
en sus brazos. El primer llanto del recién nacido coincidió con el
último espasmo de vida del posadero. El color había vuelto a
Erthara, y la vida y la muerte volvían a unirse en una danza eterna.
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