“Haz del lugar que te vio nacer un medio para progresar y avanzar hacía allá, hacia donde la corriente te lleve…”
Todo
suceso importante para la humanidad tuvo un principio y la navegación por los
mares no podían ser menos. Y el origen de la historia marítima no está en el
mar, sino en los fabulosos medios comerciales que ofrecen los grandes ríos. Y
se dice que, en uno de esos ríos, a merced de la peligrosidad que la corriente
pueda ofrecer en tiempos de tormenta, nació el primer barco. Un acontecimiento
que tanto ha significado para la civilización humana.
Aquel
día, el clamor del agua de la corriente del río estallaba al oído de los
pescadores que en aquel momento, sentados en la orilla del río que les había
visto nacer, intentaban pescar algo para alimentar a toda la tribu. Eran seis
hombres y dos muchachos. El cielo, completamente despejado, se iba cubriendo
por una tenue tela de aborregadas nubes al tiempo que el viento empezaba a
soplar, primero calmo y luego embravecido. Ajenos al cambio del clima, los niños
reían mientras intentaban pescar su primer pescado. El primero de ellos, de
pelo encrespado, saltó de alegría cuando le mostraba a su orgulloso padre el pequeño
ejemplar que había pescado.
—Me
lo comeré entero, padre. —Y saltaba, brincaba y corría.
Mientras,
el sol, entristecido, se escondía entre las nubes cada vez más espesas que se
tornaban en cuestión de segundos en negros velos de aciago rumor. Cuando las
negras nubes arrojaron furiosas gotas de lluvia y el viento contribuía a
exaltar las antes calmadas aguas del río, el otro niño intentaba tirar de su
caña de pescar para sacar el pez que acababa de pescar.
La
lluvia sorprendió a los pescadores. El padre del segundo niño le urgió a que
dejara el pez pues tenían que regresar a la aldea. El muchacho insistió, el
otro niño había conseguido un pescado y él quería regresar también con uno.
Volvió a tirar de la caña pero perdió el equilibrio y cayó al río.
La
fuerte corriente exaltada por el viento lo arrastró. El padre, horrorizado, no
se lo pensó dos veces y se lanzó al agua para salvar su hijo. Cuando el agua
engullía al niño, su mano pequeña asió la rama de un tronco que flotaba en el
río. El padre llegó hasta él y lo subió al fuerte y grande tronco de algún
árbol que habría caído antes de la tormenta. El padre también subió al tronco
para conducirlo hasta la orilla. Lo logró a duras penas.
Días
después, el padre del niño decidió tallar el tronco que les había salvado la
vida. Y mientras tallaba, pensaba en lo útil que serviría un tronco para
navegar por el río…Así fue como, meses después, aquella tribu fabricó su
primera embarcación.
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