Tal como se cuenta en “Los Mitos
de la Creación” en un principio Elfos, Enanos y Hombres fueron concebidos como
hermanos en el corazón de Eda. Sin embargo, el tiempo poco a poco puso de
manifiesto las diferencias que existían entre las distintas razas, sobre todo a
medida que estas fueron interiorizando los preceptos de Eda según la forma de
ser que les confería su Dios creador.
Sólo los hijos de Rion, estaban al margen pero más por desconocimiento que por otras razones. Nadie había mantenido contacto con ningún Hombre Dragón, y se consideraba una raza misteriosa e incluso extinta después de la Primera Gran Guerra.
Aun cuando al principio las tres
razas, Elfos, Enanos y Hombres, convivieron en Heimmi, el Valle Secreto, no
pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a separarse según sus preferencias.
Los Elfos poblaron sobre todo los bosques, sumergiéndose en lo profundo de la
naturaleza, y los Hombres buscaron las costas de mar y las orillas de las
grandes corrientes fluviales. Así mismo, los Enanos comenzaron a excavar las
montañas cada vez más profundamente. Y con los años, las relaciones entre las
razas fueron haciéndose más esporádicas, hasta llegar a ser prácticamente
inexistentes salvo en algunas pocas excepciones.
Miles de años después, mucho
después incluso de que la tierra temblara y los mares rugieran cambiando por
completo el mundo que conocían, los Nareltha pusieron fin a su largo
peregrinaje y se instalaron en las tierras que ellos denominarían Elerthe.
Después de la destrucción de Tualema, la mítica ciudad donde la Diosa les
otorgara su Don, pensaron que aquél era el lugar que Eda les había asignado
realmente. Situado a la sombra de las Montañas Blancas, junto al linde dorado
del frondoso bosque de Elthaluare y la orilla rojiza del Mar Escarlata, aquella
tierra suponía todo lo que habían soñado.
Sin embargo, aquellas tierras no
estaban del todo libres, pues su preciada situación las hacía deseables tanto
para los Hombres como para los Enanos. Al principio los Nareltha pusieron sus
ojos en las vastas planicies del Valle de Narbas. Su visión incluía grandes
zonas de cultivo, y por esa misma razón comenzaron a incorporar a su propio
pueblo a algunos de sus pobladores, de forma que pasaron a ser los primeros
Edlar, extranjeros de otras razas que vivían entre los Nareltha de forma
habitual. Hasta entonces las otras subrazas de Hombres que habitaban aquella zona habían vivido
de forma aislada, cada uno dedicado a sus propias tierras y cultivos, y sin
ningún tipo de unión u organización. Así, poco a poco los Nareltha se fueron
adueñando de la mayor parte de las tierras, organizándolas, y aquellos de sus
antiguos pobladores que decidieron no integrarse con ellos acabaron por
emigrar hacia el este o hacia el sur.
Por otro lado, otra de las
grandes ventajas que aquella zona presentaba para los Nareltha eran las
Montañas Blancas y sus grandes canteras de piedra. Muy pronto descubrieron las
cualidades especiales de aquella piedra blanca, el Nulya. Pero ya antes habían
tenido los primeros encuentros con los Stinthar, los Enanos de Angennel. Las
relaciones al principio fueron cordiales, sobre todo debido a la necesidad de
los Nareltha de comerciar con ellos y adquirir de esta forma los materiales que
necesitaban para la construcción de Alenelte. Sin embargo, pronto comprendieron
que podía ser mucho más beneficioso para ellos mantener sus propias canteras de
piedra blanca, y limitar el comercio con los Enanos en función de las
necesidades marcadas según los límites de su producción.
Por supuesto, para los Enanos
esto supuso una gran afrenta. No sólo por la pérdida comercial que suponía,
sino porque consideraban a las Montañas Blancas como una única y gran cantera
de su propiedad, y no estaban dispuestos a ceder ni la más mínima piedra a
ningún otro pueblo.
Fue así como comenzaron a producirse los primeros enfrentamientos entre ambos pueblos, que
desembocaron en la Vaia Angennel, la Primera Guerra contra los Enanos, y a la
que siguieron muchas otras. Según los “Libros de Naumera”, los primeros tomos
de las “Crónicas de Alenelte” escritos por los Nareltha, fueron los
Enanos los primeros en derramar sangre nareltha sobre las montañas, atacando
indiscriminadamente a los trabajadores en las canteras y a los transportes que
llevaban la piedra a la ciudad. Sin embargo, los Enanos siempre han aducido que
fueron los Nareltha los que comenzaron aquella guerra, atacando y matando a
muchos de los suyos para apropiarse de canteras que ya estaban en explotación.
No es posible saber hoy por hoy cuál de ellas es cierta, o si ambas tienen
parte de verdad. Sin embargo, para ambos pueblos, ese fue el origen de una
enemistad que se extendió entre ambas razas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario