Tres ciudades fundaron los nareltha en la plenitud de su civilización.
Tres ciudades que marcaron el inicio de las Eras del Equilibrio.
Tres ciudades que forjaron los destinos del mundo.
Fruto de la unión entre el linaje de los elfos y el linaje de los humanos, los nareltha se forjaron como una de las más importantes civilizaciones de la historia de Erthara. Tal y como se relata en el "Aynethen", el libro sagrado de los nareltha, el pueblo huyó del oeste en un tiempo en que el mundo estaba formado por un gran y único continente. Huyeron hacia el este, hacia el sol naciente y, tras largos años de éxodo, se detuvieron para crecer como civilización entre las extensiones doradas de un gran bosque, el Elthalûare.
Tualêma
Donde los campos brillaban como esmeraldas a la luz de la luna blanca, y las estrellas reflejaban en un gran lago como si una parte del cielo nocturno hubiera caído sobre la tierra, allí fundaron Kephelot, La Ciudad Espejo. Aunque pronto fue conocida como Tualêma, Aguas Verdes.
Tualêma fue construida sobre el más gran islote en el centro del lago, de forma que parecía flotar sobre él. Sus torres, con sus cúpulas blancas, se alzaban hasta el cielo, intentando alcanzar las estrellas de Ireia.
Tualêma nació con la Primera Era, cuando Eda les dio sus dones, y murió con el caos y la destrucción al otro lado del mundo. Donde un día se alzara, sólo existe un cenagal. Pero se dice que en las noches en que ambas lunas se conjuran arrojando el reflejo rosado del Haralis sobre el lago, y las estrellas brillan más que nunca, se pueden distinguir sus tres cúpulas blancas emergiendo entre las ciénagas.
Geselê
Tras la ruina de Tualêma, los nareltha volvieron a vivir el exilio. Encontraron un lugar junto a las Montañas de la Sombra, en el linde con las selvas. Y allí fundaron la que sería su segunda ciudad, Geselê, la Ciudad del Rocío. Y, con ella, comenzaron los años de la Segunda Era.
Largos fueron los años de paz hasta que el mal les alcanzó de nuevo. Los ríos fueron envenenados, las aguas se volvieron oscuras y un olor nauseabundo inundó Geselê. La muerte se extendió y los pocos supervivientes tuvieron que huir de nuevo en el siglo VII de la Segunda Era.
Agotados y resecos después de cruzar el gran desierto, los nareltha descansaron en la orilla del Mar Escarlata. Allí crearon un pequeño pueblo espero, que años después acabaría convirtiéndose en Nirent. Pero, tan lejos de los bosques y las praderas, muchos se mostraron inquietos.
Aleneltê
Según las antiguas escrituras de los nareltha, el profeta Neltis había vaticinado que “Cuando el mundo tiemble y el equilibrio se pierda, tres hogares conocerán los afortunados de Eda antes de alcanzar el Último Hogar, donde las lágrimas del Sembrador caen como cascadas de paz”.
La mayoría abandonó la frontera del desierto para dirigirse hacia el norte, siguiendo la llamada del Elthalûare, donde habitaban sus ennar. Bajo el resguardo de las Montañas Blancas, entre el mar y el bosque, erigieron Aleneltê, la Sombra Blanca, dando inicio a la Tercera Era.
También la llamaron Lissenenda, la Ciudad del Lucero del Alba, pues era blanca, fría y hermosa como las nieves eternas de las cimas de Angennel. Y Vesgannin, Lugar del Equilibrio, aunque ese nombre se olvidó tan pronto empezó la división entre elthalântar y narelântar.
Más de mil años después de su fundación, Aleneltê era una de las joyas más importantes de aquella parte del mundo. Los dos círculos de murallas y la protección del gran Bosque Dorado la han protegido de los enemigos una y otra vez. Y el reflejo blanco de su piedra es un faro en la vastedad del mundo.
Glosario:
Haralis (de hara, “rosado”, y lis “luz”). Es un fenómeno astronómico que se da mediante una conjunción de las dos lunas en fase de luna llena. Los colores de los reflejos plateado y rojizo se fusionan durante la noche en tonalidades entre rosada y violácea. Se da en pocas ocasiones al año.
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