La Creación

Y primero la Vida despertó, y dijo: "He aquí el lugar donde he de crear". Y al volver el rostro observó a su hermano, la Muerte. Y él le respondió: "Pero todo lo creado ha de tener un final"

7 de noviembre de 2011

La Prueba del Lobo Gris

Saludos, viajeros de Erthara!

Hoy traemos algo sumamente especial. Como ya sabéis, estamos trabajando en la primera parte de la novela, y aunque últimamente se nos han complicado un poco las cosas, parece que al final podemos enseñar algunos primeros avances.
Es por eso que hemos decidido compartir con vosotros algunos fragmentos del primer capítulo, para que podáis haceros una idea de por donde irá la historia, y para poneros un poco también los dientes largos.

Esperamos que os guste!!


© Susana Ocariz y Sergio Sánchez Azor (Reservados todos los derechos).

Agazapado entre dos rocas, escudriñó en la oscuridad de la noche sin lunas, hasta vislumbrar la sombra, más densa y profunda, que permanecía inmóvil delante de él, y se estremeció.
Esperó pacientemente hasta que la tenebrosa figura comenzó a moverse muy despacio, acercándose a él. Aquél era su momento. Sabía que no podía dejar pasar la oportunidad. Percibió el brillo de unos ojos grises justo delante de él, y sintió como sus propios ojos azules se nublaban tratando de contener las lágrimas.
Llevaba tres días y tres noches siguiendo al lobo. El lobo que era su onnar, su espíritu, la esencia animal que habitaba dentro de él. Y, en esos tres días, había comprendido que aquel lobo era algo más importante aún que todo eso. Era su igual, su hermano. Un animal solitario, sin familia, sin manada, intentando abrirse camino a dentelladas ante la crueldad de la naturaleza, y así poder encontrar un territorio propio donde formar un hogar, quizás con una pareja igual de solitaria que él. Aquel lobo era su propio reflejo en la naturaleza y, durante tres días, había sido también su única compañía, su único amigo. Sin embargo, ahora había llegado el momento de sellar el vínculo. Había llegado el momento de matarlo.
Con una pequeña daga como única arma, debilitado como se encontraba tras tres días de ayuno, Ewen apenas podía mantenerse en pie. Sin embargo, el miedo al fracaso, al deshonor y la vergüenza, le impulsaban. No temía a la muerte. Si su lobo finalmente vencía y él moría, su espíritu sería honrado por todo su pueblo. En cambio, si el lobo escapaba y ambos vivían, significaría que su espíritu no era digno de él y se convertiría en un magar, un excluido, un paria.
Estaba cerca. Tan cerca que podía escuchar su respiración pausada e incluso sentir su cálido aliento. Recurriendo a todo su valor, Ewen saltó por encima de la roca y cayó pesadamente sobre el enorme lobo. Tan pesadamente como podía hacerlo un niño de diez años. La primera puñalada fue casi tentativa. No quería matar al lobo, aunque sabía que tenía que hacerlo. El aullido lloroso del animal al sentirse herido traspasó su corazón, pero también consiguió que el lobo luchara con más fuerza por revolverse y liberarse de su atacante. Logró girarse, por lo que el muchacho tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para evitar que sus enormes fauces se cerraran en torno a su cuello. Las garras del lobo arañaban su cuerpo, tratando de escapar, de defenderse, de matar, mientras él intentaba una y otra vez de asestar la puñalada mortal. Una de las zarpas del animal desgarró profundamente su piel, desde el hombro bajando por su pecho, y no pudo evitar gritar de dolor. Su sangre se mezcló con la del lobo, mientras éste seguía mordiendo sus brazos, sus manos, hasta que finalmente, con dos rápidos movimientos, asestó no una, sino dos puñaladas en el cuello del lobo, que sollozó nuevamente.
Así acabó todo. El lobo malherido quedó tendido en el suelo, de costado, nuevamente inmóvil, y él se sentó a su lado, con la respiración agitada y el pecho ensangrentado subiendo y bajando rápidamente, sin saber muy bien qué hacer. Fue entonces cuando fijó su mirada en los ojos del lobo moribundo. Se contemplaron un instante. Ewen se acercó hasta él y finalmente lo cogió en brazos y lo acunó, como si fuera un niño, mientras volvía a clavar el puñal en el corazón del lobo para evitar que sufriera más de lo necesario. Lágrimas amargas cayeron por su rostro; un llanto desgarrado se apoderó de él. Él, que nunca lloraba. Pero esta vez lo hizo por su soledad y la de aquel amigo que acababa de matar.

Así lo encontraron a la mañana siguiente los Sacerdotes Layamar cuando fueron a buscarlo. Abrazado al cuerpo del lobo gris muerto, con una mirada desafiante en sus ojos azules y el rostro manchado de barro, sangre y lágrimas secas. No dejó que nadie lo tocara y, en contra de lo que la tradición del ritual dictaba, él mismo enterró al lobo. Desde aquel momento, el vínculo estaba sellado y aquel lobo viviría para siempre en su interior…

2 comentarios:

  1. Qué bonito. Qué triste. Qué manera de ponerme la piel de gallina. Cada uno de vustros textos me llega al corazón. Cuánto deseo leer la novela completa!!
    Seguid adelante, estáis haciendo un muy buen trabajo!!

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  2. Muchas Bea, ¡me alegra que te haya gustado! Porque cuando uno escribe no sabe si realmente las letras tienen garra o no, y se agradecen los comentarios.

    Pues en este trozo has conocido a Ewen, uno de los personajes del libro, aunque unos atrás, cuando era joven!

    Acabamos de actualizar otro fragmento donde presentamos a otro personaje, Deryân.

    Saludos y gracias!

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