La Creación

Y primero la Vida despertó, y dijo: "He aquí el lugar donde he de crear". Y al volver el rostro observó a su hermano, la Muerte. Y él le respondió: "Pero todo lo creado ha de tener un final"

13 de noviembre de 2011

La Prueba del Sauce

Saludos, viajeros de Erthara!
Siguiendo la estela del anterior post, queremos compartir con vosotros un nuevo fragmento del primer capítulo del libro.
Esperamos que os guste, y agradecemos de antemano cualquier comentario que nos queráis hacer.
Muchas gracias como siempre por seguirnos!



© Susana Ocariz y Sergio Sánchez Azor. (Reservados todos los derechos).

El magnífico sauce, alto y esbelto, con las ramas cayendo lánguidamente hasta alcanzar el suelo, permanecía imperturbable en las inmediaciones del riachuelo. No era un sauce cualquiera. Al contrario, era un ejemplar muy especial. Un muchacho de cabello castaño, mirada desafiante y ojos grisáceos como la bruma del mar, se encontraba atado a aquel sauce. A su alrededor, todo era silencio y quietud, apenas rotos por el suave rumor de las hojas de los árboles mecidos por la brisa de la mañana, como una madre que despierta poco a poco a su retoño.
Llevaba atado al sauce tres días con sus tres noches, con el bosque como único testigo de su soledad. La noche había sido llevadera, incluso refrescante. Pero las horas de sol, calurosas, asfixiantes, habían resultado insoportables. Los mosquitos que habitaban el riachuelo cercano habían dado buena cuenta de su piel y de su sangre. Su cuerpo, completamente desnudo, se hallaba cubierto por miles de pústulas endurecidas y restos de sangre seca. Sus brazos, sujetos por las muñecas hacia atrás en torno al tronco del árbol, estaban adormecidos; apenas sí los sentía. Las cuerdas se habían incrustado en su piel, tanto en las muñecas como en los tobillos y las rodillas; el menor movimiento involuntario era como una tortura. El estómago del muchacho estaba seco de tanto necesitar agua y comida.
«El sauce es un árbol cuyas hojas caen, esbelto y delgado, y su fortaleza y flexibilidad pueden contra toda adversidad.»
Los primeros rayos del sol de aquel día habían amenazado con calentar el ambiente todavía más. Sin embargo, cuando el astro completó su viaje ascendente hasta el cenit, el esperado caluroso día se volvió gris; vinieron las nubes y cubrieron el cielo. Apenas dos horas después ya estaba lloviendo.
—¡Maldición! —murmuró ofuscado. El tiempo, que lo había martilleado con un calor espantoso los días anteriores, ahora cambiaba al extremo opuesto: una fuerte lluvia que no hacía más que golpear sin piedad su piel herida.
«No todo sucede cómo queremos y debemos aprender a adaptaros a las circunstancias. El sauce rebrota cuando lo cortan.»
Todo formaba parte de una prueba para la que se había preparado desde el mismo momento de su nacimiento, la prueba del árbol. Todos los elthalântar compartían esencia con el espíritu de un árbol, y él lo hacía con el sauce, tal como había sido revelado en el ritual de la marca de la ortiga, al poco de nacer. Sin embargo, en ese último ritual, atado a su árbol, el individuo debía ser capaz de descubrir por sí mismo el vínculo más íntimo que le unía al ennar. El día en que había sido atado a aquel sauce le parecía tan lejano como el mismo día de su nacimiento, cincuenta años atrás. Había olvidado ya el rostro de sus seres queridos y de aquellos que le habían traído hasta ese lugar. Lo que no había olvidado eran las palabras pronunciadas antes de ser abandonado a su suerte en aquel lugar recóndito del extenso bosque, a muchas millas al norte de las fronteras de Elerthe.

—Deryan Datharal Anasal Silwinene —había dicho de forma solemne uno de los sacerdotes—, ¿estás preparado para demostrar que has alcanzado la cumbre de la sabiduría de nuestro pueblo y que comprendes el don otorgado por Eda?
¡Claro que lo estaba! Se había preparado durante años para aquella prueba. Largos años de enseñanza, meditaciones y rituales, cientos de rituales. Se hallaba completamente preparado, tanto física como mentalmente para superar aquello y más, y convertirse así en alguien importante. Pues Deryan, primogénito del Daltha Ayaral, líder de los elthalântar, estaba destinado a ser alguien importante en la sociedad de su pueblo.
Antes de responder, contempló el esbelto sauce que se erguía solitario en la orilla del riachuelo, con sus hojas de color verde brillante y el tronco rugoso y agrietado. Según decían había brotado allí el mismo día del nacimiento de Deryan, por lo que estaba unido a él de una manera íntima. Sin embargo, para él solo era un árbol cualquiera.
Tras pronunciar las estrofas del ritual, los sacerdotes le desvistieron, le ataron al árbol y abandonaron el lugar, dejándolo solo, con el único amparo del bosque y del sauce.
Deryan echó un vistazo las ramas del árbol que caían sollozando hacía el suelo formando una especie de cortina protectora que seguramente le resguardaría del sol diurno. El eltha estalló en una sonora carcajada, vanagloriándose de su buena fortuna.
—¡Voy a tener suerte! —exclamó el muchacho.
Sabía que otros compañeros suyos no habían sido tan afortunados como él, pues los árboles a los que habían sido atados, debido a su morfología, no les habían protegido del sol. Lo que no sabía en ese momento, es que su buena suerte no iba a ser tal. Los dioses le castigarían por su alardeo. En los días siguientes, un viento cálido llegaría desde el gran desierto de Madaha’b, en el sur, haciendo que la cortina formada por las ramas del sauce no fuera suficiente para evitar que el astro amarillo golpeara con fuerza la piel desnuda del muchacho.

A media tarde, el cielo cesó de descargar agua, dejando un ambiente fresco que alivió en alguna medida el castigado cuerpo del muchacho. Aquello era señal de que el verano se había ido y el otoño, con su triste melodía, ya les visitaba. Deryan cerró los ojos y se percató de que apenas había dormido desde que había sido apostado en aquel tronco rugoso. El dolor no cesaba. No solo el dolor físico, sino el mental, aún más insoportable. Si aquella prueba requería un gran aguante físico, el esfuerzo psíquico que se necesitaba para resistir sin enloquecer era si cabe mayor.
«Solo un poco más», se dijo al notar que la muralla de su psique empezaba a romperse.
El sol continuaba su viaje hacia las costas del oeste, al otro lado de las montañas, cuando las alucinaciones llegaron. Las largas y flexibles ramas del sauce parecieron fundirse en una sola, gruesa, áspera, con pequeños vástagos en forma de dedos largos y finos. Como si fueran serpientes, se enredaron alrededor de su cuerpo, en torno a su pecho, privándolo del aire. Intentó soltarse, pero las cuerdas que lo aprisionaban se estrecharon aun más en torno a sus muñecas y sus tobillos, y sintió cómo su carne desgarrada se abría. Notó algo húmido bajo sus pies y comprendió que se trataba de un charco de sangre. De su sangre. Finalmente el sauce extendió uno de sus dedos y lo incrustó a través de la nuca, atravesando su cabeza en sentido ascendente. Deryan sintió un dolor tan intenso que creyó que su cabeza iba a estallar.
«Los sauces somos unos árboles más fuertes de lo que aparentamos, nuestra fortaleza y flexibilidad pueden contra toda adversidad».
El dolor, tan pronto como había llegado, cesó. Deryan pensó que, en ese momento, formaba parte del mismo árbol y que ahora era la savia del árbol la que circulaba por sus venas cansadas y débiles. Perdió la consciencia y dejó de sentir nada.
Despertó cuando el sol acababa de perderse en los pliegues del horizonte, al caer al fondo de las aguas del Océano del Dragón. Había varias sombras en torno a él y su cabeza parecía latir salvajemente. Se encontraba entumecido y no sentía los brazos ni las piernas.
Dos hombres ataviados con las túnicas verdes características del sacerdocio elthalânta, se acercaron hacia él y comenzaron a desatarle. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para soportar el dolor que le produjo el separar la cuerda incrustada en sus heridas. Cuando miró a su alrededor se encontró con unos ojos que le resultaban conocidos, los ojos amables de su madre, Tawarene, que le contemplaban con ternura. A su lado estaban su padre, Ayaral, denotando orgullo en su rostro, y sus dos hermanos menores, Thira y Neltehis, éste apenas un niño. Cerca de ellos, se hallaban algunos de sus amigos y compañeros durante su enseñanza: Bret, Vinisul, Garlas y Kirne. Así, al ver a sus seres queridos, se sintió reconfortado.
Cuando terminaron de desatarle, Deryan notó un hormigueo en los pies y cayó al suelo, incapaz de mantenerse en pie. Los dos sacerdotes lo levantaron y lo sostuvieron.
—¿Qué es el sauce? —le preguntó una voz firme pero suave a la vez.
El eltha lanzó una mirada fugaz al árbol al que había estado unido todos aquellos días.
—El sauce es mi espíritu, yo soy el sauce y él es yo. Dos espíritus unidos en la adversidad. —Su voz era ronca, apenas un susurro, y tenía la boca reseca, con los labios agrietados y llenos de costras.
La verdad que se expresaba en sus ojos fue la señal de que había superado con éxito la prueba. Ya era un elthalânta en todos los sentidos de la palabra.

Alguien le acercó entonces un cuenco con agua, muy fresca, y por fin pudo beber. 

6 comentarios:

  1. Por ahora me está gustando mucho. Espero con ánsia el próximo fragmento con el que nos hareis viajar a vuestro increible mundo. Un saludo.

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  2. Otro capítulo que saboreo encantada, gracias por compartirlo, me ha gustado especialmente que hayáis elegido un sauce, porque es un árbol que significa mucho para mí,hay un sauce muy especial que aparece en distintas zonas de Thèramon, algún día podréis verlo en mi blog y comprenderéis por qué me ha gustado tanto este relato.
    Besos, compañeros!

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  3. Muchísimas gracias a los dos!! Me alegro de que os hayan gustado los dos fragmentos del capítulo 1!! Quizás incluso lo subamos completo, a ver qué opináis :P
    Espero ansiosa poder conocer a ese sauce tan especial Bea, supongo que entonces Deryân podría ser uno de tus pjes favoritos... aunque luego no haga las cosas tan bien como debiera jejejejejeje

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  4. Gracias a los dos por pasaros y como dice mi compañera me alegro que os haya gustado los fragmentos!!

    Y Bea, sí como dice Susana te gustara Deryân, bueno al menos te gustara que su onnar sea el Sauce. Elegí el sauce por lo que significa "regeneración", y lo elegí como onnar para el personaje!

    Muchas ganas de conocer ese Sauce de Théramon.

    Si al final, Théramon y Erthara tienen muchas conexiones!

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