En la Primera Era, grandes reinos de elfos se alzaban en las tierras orientales. Los enanos se habían retirado a la seguridad de las montañas y los humanos habitaban las llanuras y los valles, dispersos en aldeas modestas.
Por ello, solo las ciudades élficas podían rivalizar en esplendor y sobrecogimiento con las ciudades de los Señores Dragones. Y, durante cientos de años, velaron por la paz en el Este y sus pueblos prosperaron al abrigo del esplendor élfico.
Sabían de la guerra en el Oeste y conocían la existencia de Alanta, la Diosa de la Noche, pero les pareció que sus tierras quedaban libres de todo mal, pues Alanta parecía pendiente de la guerra de los Dragones. Y ellos quedaban al margen, olvidados en la Tierra del Sol.
Pero eso no era del todo cierto. Alanta siempre buscó someter a las demás razas, y utilizarlos en su propio provecho, y enviarlos en contra de los Dragones fieles a Eda si era posible. Y muchas veces tuvo éxito en sus planes.
Los humanos en el Este, aún sin saberlo, pronto cayeron bajo susmentiras. Pues Alanta envió espías de hermosa apariencia y de oscuro corazón. Sus palabras parecían sabias, pero en ellas se ocultaban los oscuros designios de su Señora.
Los engaños de Alanta dieron sus frutos y la Larga Paz de Oriente acabó rompiéndose. Y, por primera vez los reinos, alzaron sus espadas unos contra otros, intentando someterse mutuamente.
Sin embargo, la Diosa Oscura deseaba sobre todas las cosas destruir a los elfos del Este, pues temía que, con el tiempo, se unieran a los elfos del Oeste y a los Señores Dragón fieles a Eda.
Así que desplegó sus mentiras sobre Círthil, rey de los elfos del Este. Alanta, por medio de sus espías, le habló de una gran unión y le confundió, pensando que la idea de la unión era suya. Y que todos los demás reinos de Oriente debían unirse a él.
El poder que Alanta puso en él fue grande, y pronto, los demás reinos fueron uniéndose a él, o cayendo bajo su espada. Y, sin saberlo, así se cumplieron los designios de Alanta.
Pero hubo, entre todos los humanos, un pueblo que había erigido una ciudad hermosa, Kayurat, pues habían aprendido de los elfos. Eran orgullosos e indómitos. Círthil puso sus ojos en ellos. Pero los habitantes de Kayurat desconfiaron del Rey Elfo.
Usando primero las mentiras, y el miedo después, Círthil intentó una y otra vez someterlos. Pero, cuando finalmente se convenció de que no lograría su propósito, fue preso de una gran furia.
Con una gran hueste, el Rey Elfo llegó a Kayurat, y desencadenó una gran matanza. Lanzó sobre sus habitantes una maldición, por la cual no encontrarían el descanso más allá de la muerte, atrapados en Kayurat. Y destruyó la ciudad, dejando apenas piedra sobre piedra.
Pero, en ese momento, el poder que Alanta había puesto en el Rey Elfo se derramó sobre la tierra. Y se dio cuenta de cómo había sido engañado él mismo. Círthil se dio muerte allí mismo, y su espíritu quedó también preso de la maldición. Y con él, el resto de su ejército.
Con el paso del tiempo, las ruinas de Kayurat desaparecieron de los mapas. Y las Grandes Puertas se perdieron en medio del corazón de esa tierra que alguna vez fue fértil, y que ahora se llamaba la Tierra de las Espinas.
Muchas de las creaciones más oscuras de Alanta se reunieron allí, incluso después de su derrota. Y, entre ellas, el espíritu errante del Rey Elfo, atrapado en la ciudad que él mismo había condenado.
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